sábado, 5 de junio de 2010

La historia del costillar de cordero.


No es extraño que la primera vez que se comparte una charla con el Profesor, este se muestre un poco distante. Eso solo habla de una timidez por parte de él sumada a su aire característico de introspección, lo cual, no en pocos casos, suele confundirse con indiferencia.
Fue en una tarde de otoño cuando quebré esa distancia y me animé a preguntarle por primera vez como fue que comenzó con su método de pensamiento; y en ese barsito de la calle Pico me contó la historia del costillar de cordero.
Contóme que hace muchos años atrás mientras todavía convivía con su primer esposa, el Profesor decidió invitar a cenar a algunos colegas catedráticos a su casa. Con intención de agasajar a sus convidados el profesor pidió a su esposa que cocinara su famoso costillar de cordero a la salsa de menta, especialidad de la mujer, la cual siempre preparaba cuando la importancia de la reunión lo ameritaba. No pudiendo combatir su innata condición curiosa preguntó cual era el secreto de esa receta que hacía deleitar hasta al comensal más exigente. A lo que la mujer contestó: "No existe ningún secreto; se compra el costillar, se corta a la mitad, se coloca en la fuente junto a una guarnición de batatas y zanahorias, se sazona y se coloca en el horno por dos horas a fuego medio. Al momento de servir se agrega la salsa de menta y listo"
Conociendo el tamaño del costillar completo y observando las dimensiones tanto de la fuente como del horno, no dejo de llamar la atención del Profesor el detalle de "cortarlo por la mitad"; al trasladarsela a su esposa ella contestó : "El costillar se hace así, es la manera en la que me lo enseño mi madre y su madre a su vez a ella".
Está de más aclarar que esa respuesta no dejó conforme al Profesor, quien tiempo después y aprovechando una visita de su suegra a su casa continuó con la intención de develar ese misterio. Así fue como, cuando consideró oportuno, comentó el éxito de la cena con sus colegas a causa de la familiar receta y preguntó el secreto de la misma. La mujer contestó de igual manera a su esposa y hasta haciendo incapié en el detalle del corte por la mitad al costillar.
Frente a la acometida del Profesor ante el detalle, aparentemente esencial, del corte, nuevamente recibió la misma respuesta: "Así lo he hecho siempre, porque así me lo ha enseñado mi madre".
Cuando el misterio del costillar de cordero parecía no tener solución, la pareja recibe una invitación a la casa de la abuela de la mujer del Profesor. Llegado el día y por fin teniendo ante si al origen de la tradicional receta y aún mas importante a la originaria del misterio mismo, no dudó dos segundos en formular la pregunta. Inevitablemente recibió la misma respuesta antes dada por su esposa y su suegra obviamente incluyendo el detalle del corte. Lleno de indignación ante el absolutismo de la receta volvió a hacer presente su intriga a la cual la anciana con infinita comprensión respondió: "pero m'hijo, mire el tamaño de mi horno; si no cortara el costillar por la mitad nunca podría hacerlo entrar".

A partir de ese día el Profesor dejó la aceptar la realidad tal cual se le es presentada. Convenciose de que todo lo que recibimos debe ser analizado, cuestionado y por sobre todo evaluado.
Podría decirse que ese día, en la casa de la abuela de la primer esposa del Profesor, comenzó el alud de dudas que hoy pone en tela de juicio todo lo que nos rodea.

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